-Buenos días Don Baito, cuanto bueno por aquí.
-Buenos días Don Fernando, algunos días sin aparecer por
aquí, empezaba a preocuparme. En estos días he visto como ha descendido
ligeramente mis ganancias, la
Mahou estaba preocupada, me ha llamado y me ha dicho ¿que ocurría
que no bajaban mis niveles de cerveza en los barriles de la barra?
-Me alegra saber que no pierde el humor, joven.
-Es de las pocas cosas que no me pueden "recortar" y mira que
lo intentan.
-Leches! Has puesto una maquina recreativa de esas de marcianitos
-Ha visto Don Fernando, recuperando un poco el espíritu de
antaño de los bares.
-Es cierto, recuerdo que cuando era un mozo, tenía censados
todos los bares con su correspondientes máquinas recreativas. Si queríamos
jugar al Double Dragon, a tal sitio,
para el Golden axe a tal…luego
pusieron unos recreativos de esos grandes con decenas de máquinas recreativas cerca y a hacer puñetas eso de ir a los bares.
-Los recreativos estaban bien, pero guardo mejor recuerdo de
los bares. Yo también iba de mozo a “los recres” y a mis padres no le hacían
mucha gracia que los frecuentara, según ellos, sitios de vicio y perdición. En
cambio, jugar en los bares era un mal menor, un pequeño vicio inocente. Para mi
era una necesidad, como buen aficionado a los videojuegos, las máquinas recreativas era una buena muestra del catálogo de lo que luego vendría a parar a mi Spectrum, por lo que ir a echar unas monedas, a parte de saciar mi
curiosidad como jugador, era vital para mi afición.
-Los recreativos, toda una jungla!...ni mili ni leches,
donde uno se hacía un hombre es en unos recreativos de los 80!
Tenías que entrar con una linterna y un cuchillo. La
linterna para alumbrar el tenue alumbrado, el cuchillo para cortar el humo de
los fumadores, se fumaba más en los recreativos que en el bingo o en la
autoescuela.
Siempre se abrían en un sótano o en la última esquina de la
última casa de tu barrio.
Los más malvados, aquellos hombres de 15 años para arriba,
tenían en exclusiva los futbolines, los dardos y los billares. Mejor para
nosotros que íbamos derechos a lo electrónico, a los arcades, a las
maravillosas máquinas recreativas. Algún dia contaré mis batallitas sobre los
recreativos, clasificando la fauna y flora que poblaba los encolillados suelos
de los salones recreativos.
-En cambio, Don Fernando, en los bares, la cosa cambiaba. En
los 80, había un bar por habitante, no como ahora que es una plaga extendida y
bien podemos tocar a 15 o 16 por barba. Pero la cosa era distinta. Un ambiente
más familiar. Conocías a los dueños y habitantes del bar, era como una
extensión de tu casa.
Alguno incluía el bar en la escritura de su casa como metros
hábiles. Las familias pasaban buena parte de la mañana del domingo entre las
cuatro paredes grasientas del local, mientras vaciaban botellines de cerveza y tapas de
tortilla de patatas.
¿Y que hacer con los niños activos que acompañaban a los
padres en el tapeo dominical?, pues fácil, junto a la tragaperras donde el
abuelo se dejaba su pensión, ponías una máquina recreativa para que el niño no
diera la tabarra.
Y ahí entrabamos nosotros, que no necesitábamos esperar al
domingo para jugar. Después de clase, un ratito al bar a echar una partidita,
antes de llegar a casa y hacer con que estudiabas!.
-Si que es verdad!, que tiempos aquellos. Pues mira, me
alegro que hayas puesto la máquina en tu taberna. De modo que ponme una cerveza
y cámbiame estos dos euros en monedas de 50 centimos que voy a echarme un vicio.
La "taberna" de baito - máquinas recreativas
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