¿Un querer y no poder? no creo que llegue a tanto. Mejor dicho, un querer y olvidar. O un querer y no importar. Querer sin prioridad. En estas estoy pensando mientras camino por la calle donde está mi taberna. Casi todos los días paso delante de ella. A veces ni la miro, otras me detengo frente al cierre y a punto estoy de agachar y volver a subirlo. Pero...¿la quiero sin prioridad? Mejor aún y creo que lo tengo: La quiero pero sin condiciones.
Hoy ha sido uno de esos días de paso en el que me he acercado al cierre. Algo amontonado en él ha llamado mi atención. Notas de papel. "Ha seguido viniendo, el pobre diablo" he dicho en alto mientras pasaba uno a uno los papeles entre gastados y emborronados por las lluvias pasadas. Eran notas de mi amigo Fernando. De mi cliente más fiel y veterano. ¿Qué tal le habrá ido la vida? también he pronunciado en alto mientras guardaba sus "pequeños apuntes del tiempo" en mi desgastado bolsillo de la gabardina.
Dos pasos atrás, para tener una visión más alejada de mi humilde taberna, he observado como han pasado los años por ella. A veces el tiempo me produce vértigo. Casi dos años desde que cerré por última vez y parece que fue ayer...un instante. Un momento eterno. ¿Cuantos recuerdos caben en este segundo de contemplación?
Dos pasos más para atrás. Mi rostro se ilumina en tono naranja por la cerilla. Acerco mi cigarro y empaño esa burlona eternidad con el humo de la primera bocanada. Antes de disiparse ya he emprendido la marcha calle abajo, sabe dios a qué lugar...
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